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Esta fotografía se hizo para un reto fotográfico.
Concretamente para el reto de Marzo de 2020 de Laura León #d2colores #rfimarzo2020
Amarillo y azul.

La noche de los tiempos

Mientras él bostezaba y se quejaba de que los días pasaban muy despacio, Marta miraba por la ventana.
Ella llevaba varias horas perdida en sus pensamientos.
Esperando la llegada de la luz del sol.

Amanecía un nuevo día.
Limpio. Claro.
La luz amarillenta del sol bajo iluminaba la pared de un viejo edificio.
Sí, las vistas son “estupendas”, si una tiene un poco de imaginación.

—¿Preparaste el desayuno?— Dijo él, mientras se tiraba un sonoro pedo.
—¡Qué asco! ¡No, joder! —le gritó ella mientras se tapaba la cara.

El tipo había resultado ser un fracaso.
Como amante y como galán. Ella, que siendo multiorgásmica, difícilmente llegaba al primer éxtasis, se sentía defraudada y estafada.
Chicas ¡No se fíen de los “galanes” de teatrillo!, pensaba.
Marta no sabía en qué coño estaba pensando cuando decidió que se había enamorado de semejante espécimen.
Ocho meses con él ya eran suficientes para abandonar toda esperanza de cambio.
Y es que, cuando una estudia psicología, espera conocer un poco mejor a sus congéneres.
Pero la vida… ¡ay, la vida!
Esa es la verdadera maestra. La que te va enseñando que no todo está en los libros.
Que hay que sufrir –sí, sufrir– experiencias. Buenas y malas. Y hasta las aburridas.
Eso es aprender. Eso es vivir.

El “galán” se fue hacia el cuarto de baño, mientras se rascaba sus partes, refunfuñando.
Ella siguió mirando por la ventana viendo las sombras descender, dejando paso a la luz amarillenta que se arrastraba por aquella pared desvencijada. El cielo azul contrastaba con algunas tímidas nubes, también coloreadas por el astro rey.

Pero no estaba deprimida. Ni siquiera enfadada.
A diferencia de su “galán”, ella sonreía cada vez que un nuevo día amanecía.
Porque traía la promesa de que el encierro llegaba a su fin.
Y se volverían a abrir los aeropuertos.
Y podría darle puerta al tipo y enviarlo de nuevo a su casa, a 2000 kilómetros de allí.

La enfermedad remitía y el mundo recuperaba su normalidad.
Aquella que perdió en la noche de los tiempos, cuando todo era banal e insustancial.

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